São Leopoldo, Brasil
“…en Nuestra Señora Aparecida
Dios ofreció al Brasil su propia Madre!…”
(Papa Francisco)
Con inmensa alegría compartimos lo vivido en estos dos días de peregrinación al Santuario de Nuestra Señora Aparecida. A Ella, como dijimos, llevamos a cada una de nuestras Hermanas, sus intenciones y necesidades…, especialmente le confiamos a nuestra Familia Religiosa.
Al llegar, ya en la entrada de la ciudad, se siente un clima de devoción, y alrededor del Santuario-Basílica mucha gente rezando, muchos otros caminando por la rampa que lleva a la pequeña Imagen de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, tocando la pared donde ella está en la urna de vidrio para recibir gracias y bendiciones. Allí también pasamos por la mañana, y después, a la noche, pudimos quedarnos un poco más de tiempo rezando. Por la pasarela que lleva del Santuario antiguo al nuevo, mucha gente avanza de rodillas, otros caminando, rezando el Rosario con mucha devoción…. También participamos del momento de la misericordia, en el cual uno de los Padres Redentoristas dio una pequeña catequesis sobre el Sacramento de la reconciliación y después tuvimos la oportunidad de confesarnos.
Así, el sábado caminamos junto a los peregrinos de distintos lugares, rezamos con ellos, entregamos nuestras oraciones y pedidos a nuestra Madre, y también agradecimos por tantas gracias recibidas… Era una multitud de gente junto a la Madre Aparecida; en su corazón Materno dejan sus intenciones, buscan consuelo en los sufrimientos, pagan sus promesas…, y con alegría y simplicidad expresan su fe y su amor.
Ya por la noche, en la sala de eventos, participamos de la proyección de la impactante historia de los tres pescadores que después de pasar días pescando sin conseguir nada, en las aguas del Rio Paraíba, pescan algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. Es impresionante imaginar que aquel lugar de pesca infructífera se transformó en el lugar donde Dios, por medio de su Madre y nuestra Madre, quiso y quiere derramar abundantes gracias y bendiciones, sobre el pueblo brasilero y sobre todos los pueblos, especialmente en este Año Mariano. También proyectaron los dos primeros milagros de la Virgen en aquel lugar: el de la niña ciega de nacimiento y el del esclavo al cual la Virgen liberó de sus cadenas. Después pudimos hacer un paseo por el museo de cera, donde se presentan diferentes personas que hicieron y hacen parte de estos 300 años de Aparecida.
El domingo nos organizamos para participar de la primera Misa, a las 05:30 de la mañana, pensando que, llegando una media hora antes, encontraríamos lugar en los bancos para sentarnos, y nos sorprendimos al encontrar el Santuario lleno, ya había personas sentadas en el suelo, otras de rodillas rezando… pero la Virgen tenía otro lugar para nosotras más cerquita de su Hijo: nos llamaron para quedarnos alrededor del altar, en el presbiterio junto con los ministros, para ayudar a distribuir la Comunión. Al terminar la Eucaristía permanecimos rezando y despidiéndonos de la Madre, para empezar nuestra viaje de regreso.
Estamos muy agradecidas por el gran regalo de peregrinar al Santuario en este Año Mariano. Con certeza, la Virgen desde el Cielo derramó abundantes gracias y lluvia de bendiciones sobre todas sus Hijas (así como los rayos del sol que se reflejan en esta foto que sacamos) y seguirá cubriéndonos con su manto maternal.
Hna Amada, Hna Neiva, Hna Leny, Hna Iracema, Hna. Aparecida