Capilla Casa Madre. Buenos Aires, Argentina
“Quien me contempla, me consuela”. Así le dice Jesús a la Beata María Pierina De Micheli.
Desde aquel momento, la Congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires tiene, como uno de los pilares de su vida espiritual, la contemplación del Rostro de Jesús, la adoración eucarística especialmente los días martes, y el ofrecimiento de nuestra vida en reparación por las ofensas que recibe el Señor.
En la Capilla Inmaculada Concepción, de Almagro, compartimos con la comunidad, abierta al barrio, la Novena preparatoria y la Fiesta del Divino Rostro con la celebración de la Eucaristía y la adoración al Santísimo Sacramento.
Durante esos días, contemplamos “El Rostro bienaventurado de Jesús”, meditando en cada jornada, una a una, las Bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo, cap. 5. Compartimos el texto de la Novena utilizado.
Con ellas fuimos redescubriendo el Rostro del Señor pobre de espíritu, puro de corazón, manso… Encontramos un Rostro que llora, que es misericordioso, que trabaja por la paz, que tiene hambre y sed de justicia, que es perseguido a causa del Reino de los Cielos. Algunos textos del Papa Francisco y las homilías pronunciadas en cada Misa, nos permitieron penetrar algo en el misterio de este Rostro Amado.
Nuestro Capellán, el Padre Oscar Naef, y los sacerdotes que nos acompañaron cada día, nos ayudaron a contemplar a Jesús y a dejarnos mirar por Él. Hemos tenido la gracia singular de contar entre los celebrantes con tres queridos obispos: Mons. Juan Carlos Ares, Mons. José María Baliña y Mons. Enrique Eguía Seguí.
Alrededor de 40 personas se prepararon durante la Novena para recibir la imposición de la Medalla-Escapulario, para lo cual tuvieron también una charla que ofreció la Hna. Norma Pane, en la cual les recordó la elección del Señor en la vida de los santos, la devoción al Divino Rostro, la vida de la Madre Pierina y el compromiso que cada uno de ellos adquiere con la imposición: además de una vida coherente con su fe, se comprometen a visitar a Jesús cada martes para reparar las ofensas que recibió Jesús en su Santo Rostro y que recibe cada día en la Eucaristía.
Con gran alegría, otras 20 personas, aproximadamente, renovaron su compromiso, adquirido en años anteriores.
Las celebraciones fueron abiertas al barrio, lo cual permitió que mucha gente se acercara, preguntara, se quedara a rezar con nosotros, participara de la Misa, de la Adoración, o simplemente realizara una visita y pudiera conocer esta preciosa devoción.