Las  comunidades de San Leopoldo y de Lavras de Mangabeira, nos encontramos para celebrar con solemnidad la Misa del Divino Rostro, concelebrada por tres sacerdotes. Al finalizar la Eucaristía, compartimos fraternalmente el almuerzo.

Compartimos la homilía:

La liturgia de hoy nos presenta dos escenarios del Rostro de Jesús: el primero tomado del profeta Isaías: el pobre siervo sufriente; la propia liturgia del tiempo de Cuaresma nos lleva a contemplar esta mirada, el sufrimiento de Jesús. La Madre Pierina en su intimidad con Jesús oyó de él mismo: “bésame“, para reparar el beso de Judas.  “Quien me contempla me consuela”…, Ven, hermanas,  todo sufrimiento hace parte de nuestra vida, y también nos enfrentamos con nuestras dificultades, flaquezas y limitaciones.  Mirando el Rostro de Jesús nos acordamos de que Él cargaba toda nuestra flaqueza y pequeñez, y allí se encuentra la Misericordia de Dios por nosotros… Contemplando este Rostro, debe surgir la consciencia: fue por nosotros, fue por mí… saber confrontar todo lo que vivimos de  dificultad, sufrimientos de nuestro camino vocacional con el sufrimiento de Jesús, contemplando la Faz de Jesús buscar consolarnos en nuestras limitaciones, no sólo lamentarnos…Él no nos pide que nos quedemos autoflagelándonos en las dificultades…

Segundo escenario es la Trasfiguración: el Evangelio nos invita a alegrarnos en nuestra vocación, en la certeza de que todo lo que pasamos de doloroso y de dificultad debe tener en vista este Rostro transfigurado de Jesús: es el Rostro de la esperanza en la cual todos debemos vivir nuestra vocación, en nuestra vida. Sería bueno rezar como Pedro, no solamente durante la Cuaresma sino durante toda nuestra vida: “Señor qué bien estamos aquí”. Saber contemplar este Rostro, en la certeza de que todo nos conduce hacia allá. Esta es la esperanza con la cual seguimos a Jesucristo en nuestra vocación, es la esperanza en la cual apuntalamos nuestras vidas, encontrando sentido en este Rostro repleto de vida…, esta bella y profunda devoción  debe marcar toda nuestra caminata cuaresmal, camino de profunda reflexión y oración, mas sin perder de vista su finalidad, aquello que la Palabra de Dios nos invita a mirar: el Rostro de Cristo transfigurado. El Rostro de Jesús es comprometedor, nos compromete con su Evangelio…, Cristo en su cuerpo vino a derribar el muro de la división. Salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro, en las múltiples realidades que se nos presentan: violencia, indiferencias, intolerancias, pobreza, individualismos… allí está el Rostro sufriente de Jesús…encontrar a Cristo en el otro, en aquellos que más sufren, que no saben dialogar…, el dialogo es la expresión más humana del Amor, quien no consigue dialogar no puede amar…así también en nuestra vida vocacional…, primeramente nuestro dialogo con Dios que va renovando diariamente nuestro sí y después el dialogo con los hermanos…, haciéndonos salir de nuestros egoísmos, encerramientos, de nuestro amor propio, para correr al encuentro del otro…


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