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Comunidad de Vitoria, España

Desde principios de año iban llegando noticias desde China. Había gente que se había empezado a enfermar por un virus.

Fue el pasado día 9 de marzo cuando nos llegó al colegio la noticia de que se suspendían las clases. El coronavirus después de arrasar tantos lugares parece que había venido para quedarse. Nos parecía mentira que un ser tan pequeño pudiera hacer tanto daño.

Las hermanas al igual que tantas familias y comunidades estamos viviendo el confinamiento. Somos una comunidad de 10 hermanas Hijas de la Inmaculada Concepción. Nuestra labor apostólica, aunque se centra en el colegio, también abarca Cáritas, y la pastoral sanitaria y parroquial. Intentamos como María ser portadores de Cristo en los lugares donde nos encontramos. Esta labor se ha visto alterada en estos días de confinamiento. Por lo que nos hemos adaptado a una situación que nos ha venido impuesta, pero no por ello hemos dejado de estar muy cerca de la gente. Utilizamos el teléfono y las redes sociales para estar cerca de quienes están solos o lo están pasando mal. Les acompañamos desde la distancia con una palabra y con la oración.

A diario estamos pendientes de las noticias para saber cómo se encuentra la gente y todo lo que está sucediendo en nuestro mundo y a nuestro rededor.  Y por otra parte, nos interpela la voz de la Iglesia expresada en las palabras que nuestro obispo, Don Juan Carlos Elizalde, nos dirige a todo el pueblo cristiano en estos días.

Desde que el confinamiento ha sido obligatorio ha dejado de venir el capellán a celebrar la Eucaristía en casa. Sin embargo, hemos mantenido la participación de la Eucaristía en comunidad por la TRECE de televisión, tras la cual una hermana nos da a diario la comunión. Así también hemos afianzado la adoración al Santísimo. En ella pedimos por tantas personas que han enfermado por el coronavirus y por las difuntas. Y seguimos pidiendo por todas aquellas que, al frente del campo de batalla siguen luchando para curar a tantos afectados por el Covid -19.  Pedimos por los sanitarios, los investigadores, la policía y fuerzas de seguridad del Estado. Pedimos por los transportistas, por todos aquellos que cubren las necesidades primarias de la sociedad. Pedimos por tantos voluntarios que día a día dejan su tiempo y parte de su vida para aliviar a todos los que sufren.

En estos días, no solo estamos dedicando más tiempo a la oración, hay más cosas que hemos cambiado en el ritmo de nuestra comunidad. Las hermanas más jóvenes podemos dedicar más tiempo a estar con las mayores acompañandolas y cuidandolas. En comunidad organizamos momentos que todas podemos compartir de una manera más distendida. Por ejemplo, hemos empezado con el cine religioso en el que recordamos la vida de algunos santos. En otros momentos compartimos juegos y diversión.

Es bonito oír decir a las hermanas mayores que esto pasará, que esta situación no puede durar mucho tiempo, ya que Dios no nos puede dejar de su mano. “Él siempre está con nosotros”. Y viven con la esperanza de ver y oír de nuevo a los niños y niñas del colegio, jugando por los patios. Y les oímos decir que echan en falta el jaleíllo de los niños.

El pasado día 19 de marzo, San José, fue un día muy especial. Celebramos los 70 años de vida consagrada de la hermana Amelia. Y los vivimos en acción de gracias porque como en María, Dios se ha fijado en la pequeñez de sus hijas. Después de laudes de cantamos las “mañanitas” e intentamos durante todo el día tener momentos significativos en su honor.

Es fácil que no solo a nosotras, si no a toda nuestra sociedad, esta cuarentena por el coronavirus nos deje marcados. Quisiéramos que estos momentos que vienen sin esperar, pero que en la mente de Dios tendrán un por qué nos hagan reflexionar. Nosotros nos preguntamos si quizás el Señor no haya querido hacernos parar y descubrir lo poquito que somos para agarrarnos más fuertemente a Él, la única Salvación.

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