Con entusiasmo preparamos este día de fiesta con  la novena  y el ofrecimiento de la vida de cada Hermana: con sus alegrías,  pequeños proyectos, trabajos y sufrimientos.

Para este día no sólo nuestros corazones debían estar preparados, también nuestra casa se vistió de fiesta. La Eucaristía la preparamos el día anterior con el pequeño ensayo de cantos, vistiendo el altar con el más lindo mantel y flores que lo adornaban, todo para Jesús, todo para dar gracias por el don de la Devoción del Divino Rostro y la vida de Madre Pierina.

“Dar a Jesús, dar siempre, dar todo.”

Participamos, por gracia de Dios todas las Hermanas de la Eucaristía y de la Hora Santa. Las Hermanas, a pesar de su ancianidad, llegaron a la capilla para unirnos en alabanza y adoración, la que se extendió por toda la jornada: las visitas y el Santo Rosario… todo para unirnos a Jesús, todo para llevar almas a su Corazón…

“Quiero que mi Rostro, que refleja las íntimas penas de mi alma, el dolor y el amor de mi Corazón,
sea más honrado. Quien me contempla, me consuela.”

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